La obra de Dante ha sido reimaginada y representada por artistas casi desde su misma publicación.
La Divina comedia de Dante Alighieri es uno de los monumentos literarios más importantes de la historia: en ella, el poeta nos cuenta un viaje a través de los niveles del infierno, el limbo y el paraíso, los cuales además de dar título a cada una de las tres partes del poema, nos trasportan a través de la cosmovisión del siglo XIII mediante de personajes y obsesiones de la época.
Dante emprende la travesía guiado por el poeta Virgilio, quien le muestra los nueve círculos del infierno, allí donde las almas no tienen reposo y están condenadas a repetir una y otra vez sus pecados, aunque de manera alegórica. Cada uno de los círculos representa un modo distinto del tormento, dependiendo de los pecados que se cometieron en vida, desde aquellos muy leves (como no estar bautizado, pues recuérdese que Florencia, donde nació Dante, era una zona bajo el dominio de la iglesia católica) hasta las traiciones más insólitas.
El uso del terceto encadenado (es decir, la forma misma del poema) y la disposición de las almas en los niveles del inframundo responden tanto a consideraciones teológicas como a una obsesión muy europea durante el Renacimiento de “mapear” y dar forma al mundo en su aspecto visible e invisible. A pesar de que existía el inframundo en la mitología griega de la época clásica, el Hades significa literalmente aquello que no se puede ver. Pero en la visión cristiana, el infierno y el cielo están dispuestos según una racionalidad teológica que trataba de no dar lugar a malentendidos en cuanto al destino de las almas, tanto en este mundo como en el otro.
Inferno, Canto XVIII, Sandro Botticelli, 1480
No es coincidencia que durante los siglos siguientes (en las expediciones europeas al resto de los continentes) la cartografía y los mapas cobraron una gran relevancia. Es por ello que artistas y geógrafos se dieron a la tarea de trazar y representar los lugares descritos por Dante, lo que dio lugar a maravillosas obras de arte, como la “Sección, plan y dimensiones del infierno de Dante” de Antonio Manetti, el extraordinario cono inverso del “Mapa del infierno” de Boticelli, o los mapas de Manucio y Manetti. Incluso Galileo presentó sus propias conclusiones en cuanto a las dimensiones infernales.
Finalmente, el mapa de los lugares descritos por Dante no puede entenderse sin el contexto religioso en el que está inscrita la obra; la Divina comedia en realidad tiene muy poco de cómico en el sentido moderno: la comedia clásica siempre termina con una “elevación”, real o espiritual, de sus personajes. Puede tratarse de un negocio fructífero, un matrimonio o una victoria, a diferencia de la tragedia, donde el desenlace es funesto. El título mismo de la obra nos advierte que estamos en presencia de una elevación (la ruta de Dante hasta el paraíso, donde la dama Beatriz le presentará a su vez los niveles del cielo y sus cohortes de ángeles), por lo que para complicar más las cosas, Dante debe bajar hasta el fondo del infierno para ser digno de subir a los niveles superiores. Una auténtica odisea que prefigura de algún modo los viajes de los navegantes de los siglos siguientes.
Sección transversal del Infierno, Michelangelo Caetani,1855
Mapa del Infierno de Botticelli
Mapa del infierno de Joannes Stradanus, 1587
Mapa del infierno de una edición de la Divina comedia impresa a finales del siglo XV, Aldus Manutius, 1515
El Infierno, Jacques Callot, 1612