La vida y la existencia humana nos plantean muchos interrogantes que pueden ponerse en contexto dentro del marco de una vida espiritual. Ciertas formas de espiritualidad, la religión y la fe, pueden encontrar tu conexión contigo y con el mundo. Muchas personas se preguntan si la religión, la oración y la espiritualidad tienen algún efecto positivo sobre la salud del cuerpo y de la mente. En Vida y Salud te contamos más acerca de este interesante tema.
Dicen que la fe mueve montañas. Pero ¿puede la fe ser buena para la salud? Por años y años esta pregunta ha surgido en los debates científicos. Está claro que los seres humanos somos un todo compuesto por cuerpo, mente y espíritu. Por eso, una entidad no puede funcionar independientemente de la otra: si el cuerpo se enferma, es porque algo en la mente y las emociones anda mal.
Desde que logramos tener uso de razón, la mayoría de nosotros nos preguntamos por el sentido de la vida. “¿Por qué estoy aquí?” “¿Cuál es mi misión en el mundo?” “¿Qué pasa después de la muerte?” son algunos de los interrogantes que todos nos hemos planteado. Para responderlos y darle contexto a la vida, ha surgido la espiritualidad. Esta no necesariamente está ligada a una religión o a un culto, sino que más bien nace de elegir una forma de conectarse con uno mismo y con los demás y darle significado a la existencia. Los científicos están de acuerdo en que la espiritualidad y la fe tienen efectos positivos sobre la salud, pero no precisamente porque se produzcan ‘milagros’ en el sentido religioso de la palabra. Más bien, porque las personas que llevan una vida espiritual, tienden a tener hábitos o cuentan con herramientas que favorecen a la salud y reducen las enfermedades, como los siguientes:
Apoyo social: las personas que pertenecen a una iglesia, a un culto, a una congregación o comparten una práctica como la meditación o el yoga, tienen un círculo de apoyo más grande y desarrollan más relaciones interpersonales significativas que son buenas para el bienestar emocional. Esto se traduce en una mejor salud cuerpo/mente.
Hábitos saludables: las prácticas religiosas y espirituales motivan hábitos saludables como comer más vegetales y frutas (en yoga y meditación se recomienda esto) y también a evitar el alcohol y el tabaco.
Pensamientos y emociones positivas: las actividades religiosas y espirituales traen consigo emociones positivas y pensamientos positivos, lo cual ha demostrado tener una buena influencia en el sistema inmunológico y en la salud mental.
Autoestima alta: el tener una vida espiritual promueve una buena imagen de uno mismo; así como la aceptación y el amor hacia la vida.
Habilidad para sobrellevar mejor las situaciones: las personas espirituales que practican la oración o la meditación, por ejemplo, tienen una mejor habilidad para sobrellevar y enfrentar las situaciones estresantes y difíciles que se les puedan presentar. Esto hace que el estrés no tenga un impacto tan fuerte en la salud física. De la misma manera, si tienen alguna enfermedad o adicción, quienes se consideran seres espirituales o practican alguna religión pueden recuperarse mucho más fácil y rápidamente.