Aunque la meditación pueda ir acompañada de una sensación de relajación, tal cosa no siempre ocurre. La diferencia entre ambas reside en la intención. Son muchas las actividades a las que uno puede apelar cuando quiere relajarse, desde ver la televisión hasta leer un libro, tumbarse en una hamaca, darse un baño de espuma, hacer ejercicios de respiración; la lista es interminable.
Pero como dijimos anteriormente, lo que diferencia a la meditación Mindfulness, de la mera relajación es la intención. La intención del Mindfulness/Atención Plena, por el contrario, consiste simplemente en prestar una atención imparcial al objeto elegido. Por eso, si practica el Mindfulness/Atención plena, es comiéndose una pasa de uva, por ejemplo, uno no dirige hacia la pasa de uva todos sus sentidos para relajarse saboreando el grano, sino que uno lleva todos los sentidos y atención para experimentar profunda y verdaderamente el momento presente. La práctica de la meditación que únicamente aspira a relajarse puede acabar convirtiéndose en una trampa porque, si uno medita y no se siente relajado, la mente puede empezar a pensar en lo que funciona o deja de funcionar, y en esos casos –cuando vemos que no conseguimos relajar la mente mediante la atención en la respiración- generar sentimientos de frustración, agitación, ira y desencanto. La consecuencia final de esos fracasos cuando uno sólo quiere meditar para relajarse, nos hacen caer en una especie de espiral descendente de depresión, mientras que a su vez, la ansiedad va aumentando progresivamente. No obstante lo antedicho, cuando prestamos atención plena al momento presente, y sin juzgar, la relajación surge naturalmente y en forma duradera. Por eso, es que la práctica de Mindfulness, mientras agudiza nuestros sentidos, aumenta la paz interior y la ecuanimidad. Dando resultados más fructíferos que la mera relajación. En definitiva, Mindfulness es más que estar relajado, Mindfulness es la intención estar relajado con consciencia plena.
